Poesía

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Recital

viernes, 5 de septiembre de 2008

martes, 18 de marzo de 2008

Poemas de Ingrid Odgers

La poesía

La poesía se ha apropiado de mí.
Y nace y muere y renace
Me extiende
en un maremoto de ángeles y arcángeles
en los pesados trancos de los fantasmas
Hunde y resucita
Respira en mi boca
y yo respiro en la suya
Este placer bendito
maldecido por el oro
y la parafernalia social del consumo
Me estira sobre sus cuerdas
como un pájaro saltando de luna en luna
y rama en rama
Me ha poseído en las sombras
en la luz
en mi calle de Lorenzo Arenas
frente a la playa de Dichato a mediodía
y la blanca de Lota vespertina
sobresaltado en la vega
y en el supermercado
Me ha sumido en el carbón
en la piedra

Me ha untado la cabeza con óleo
en la pintura genial de las centurias
y la batuta sólida de los libros.
La pasión crece
Inunda mis pezones
Y el oído se agiganta.
Estoy mortalmente herida
Y desfallezco en el placer infinito de sus curvas
y vivo
y revivo
y me voy envolviendo de su olor
y es mi padre y mi madre
los hermanos que no tuve
la amiga que murió
la hierba que me saca de los hospitales
del hondo pozo de la putrefacción
Me sumo en su concha
como una almeja atada al mar
huyo de las redes
de los pescadores
y sus barcas
que la buscan con denuedo.
Alta traición no dedicarle tiempo con rigor
alta traición olvidar un autor en la librería de viejos
y en la tertulia de café.
Injuria imperdonable romper el compromiso.
Único divorcio que no puedo permitir
Hay que darle cuerda al reloj de puerta ancha
sin mirar atrás ni arrepentirse
con el lloro del bolsillo y
la muela rota por los años de asilo.

Padezco de amor
y salto del sofá al escritorio
para enredarme en el juego de su sexo con el mío
al roce de su caricia me excito
palpita fuerte mi pecho en su ronquido
y en la voracidad de nuestro anhelo
nos apoyamos en la pared
para seguir el rito de la entrega.
El placer de sus piernas en mi cuello me exalta
Moja la entrepierna
Humedece la vulva
Muerde los labios
y penetra en mi vagina
sin presión sutilmente
para hacernos mutuamente nuestras
yo de ella
ella mía
en un conjuro
que ni un temblor ni un rayo pueden detener.

La poesía se ha apropiado de mí
Y juro por Dios y la Virgen y todos los santos
que junto al lago de tus ojos
es la única riqueza que me puedo permitir.

ME HUNDO

Me hundo en el ancho pecho de la noche.
Sin brújula
con una canción que nada en las pupilas
desasidos de escombros mis agarrotados brazos
desarmada de látigo
sin resistir el olor suave de las sábanas
el refugio blanco de mis sienes
libre de pena y de culpa
sobre el púlpito de la belleza
y canto
elevo mi voz sin mancha ni herida
al supremo momento de la flor exquisita
el tibio mensaje de su mirada
es el sopor
que retiene mi consuelo.
¿Adónde va mi mano si la suya mis ojos no perciben?
La campana del tren no detiene su eco.
Tú vienes a encender este puño
y el calor de la magia como fugitivo cigarrillo
Escapa de mi boca.
No dejo de estar en penumbras
ni tocar vagones llenos de sueños.
El lloro de mi pulpa apaga su candela.
Elucubro.
He vencido los oscuros cementerios de la memoria
que iban y venían por la cocina
y manchaban con sus sórdidas aguas
la claridad de los días.

Ha pasado el estío
el desierto insolente de la congoja
el cuestionamiento de las horas umbrías
no busca ni rebusca mi seso lo mal parido
ni estalla la ira por mi ventana
ni salta del piso a los cielos.
Brilla el néctar
Libo de labios amigos.
Me quedo acurrucada a Neruda a Goethe a Lihn
y sé que mi aliento no perece en noches
ni en madrugadas
ni dormida ni insomne.

El molino de la horrible duda ha muerto
homicida fue el huracán del sol que me arropó en tu pelo.
Es la hora del reposo
de romper las noches solitarias
con el fuego consumidor del verbo
escuchar el ruido de los durmientes
fulminar la carga del desgarro
la mísera cloaca que atrapa con enfermedad
y hedor y temor.
Y me quedo en el pecho de la noche
Inhalando Exhalando Inspirando Aspirando
Y me levanto Y me lavo la cara
Y me miro al espejo Y me desnudo
para bañarme y vestirme Y correr las cortinas Y oler el rocío
La llama del día
Y me empujo a la vida
Salgo de la inercia
El patíbulo al que nos condenan los ciegos
Y nos mantiene huecos sordos
Y explotan las palabras en las venas
Corren versos por mi sangre
Y me alimento
Y engordo
Y bailo
Y canto Y danzo Y río.
Sólo porque tú estás y Dios es Dios.





Al borde

Al borde de la corriente principal
lejos de las mujeres al borde de un ataque de nervios
por no alcanzar la silla del L’angolo
o la última tenida de Dior
ni empapar el lóbulo con Rabanne
con la etiqueta de zigoto equivocado
Nosotras que nos queremos tanto
atadas a la pluma y con la pluma entre las piernas
como la película de Javier Bardan
españolísimo hasta los huesos
nada que ver con el homus chilensis
extranjero de patria y bandera
Atropelladas al ritmo de la palabra
se acabó finísh y finísh
el arquetipo de la mujer lava camisa y calcetines.
Afanadas en la cocina preparamos la cena
en el cuartel de la paranoia
bajo el imperio transversal de la palabra
no comemos la nuez de Adán
Corremos con las mujeres que danzan con lobos
a la proa de un barco sin timón
y Gabriela y Juan Arturo y Enrique y Pablo
Conducen esta travesía sin fronteras.
Se comulga día a día
como rito imperdible
la mutación de las letras
Desayuno americano en hotel cinco estrellas
en la calle de un barrio desconocido
apartada del burgués
en el proletario estiramiento del billete
se indaga en el espeso follaje de la imprenta
las encajamos en la marmita con el frito de la experiencia
el vía crucis
la zanahoria
el perejil
el ajo bien picado con una pizca de orégano
y un poco de penitencia trasnochada
de lunas innombrables.
No somos criaturas celestiales
y de cerca o lejos nos tildan peyorativamente de rara especie
los prosaicos pigmeos
que introducen sus narices
nada de píos en el lienzo
donde un chiflado pincel
trazó piruetas de cabras locas cuerdas sin cuerda.
Escapamos como zorras
Para encontrar las cuatro paredes del calor en el brasero de las sílabas.
Ayer ovejas entre lobos y sierpes
Hoy salvajes
Escudriñamos evangelios
Hurgamos fantasmas
Agitándolos junto a los ratones de las bibliotecas
y los adictos a los cyber café
Libamos el eclipse que guío los pies
a esta bendita resurrección

al otro lado del río.